Iñaki y Ueli

Horas, minutos y segundos en los tiempos de escalada ...Hemos perdido el norte.

Iñaki y Ueli


En el post sobre Messner digo que no se puede tener un historial alpinístico tan impresionante y llegar a viejo sin tener también mucha suerte. Lamento mucho la muerte de Ueli Steck.

Subir montañas, como tantas otras cosas absurdas y carentes de sentido, es algo que supongo que está en lo más profundo de nuestro ADN. Claro que, siempre hay quien necesita encontrar una justificación a todo y lo hace; hablan del disfrute del paisaje o del contacto con la naturaleza o de la lucha contra los elementos, cosas que ciertamente van unidas a la practica de la montaña porque, es cierto que cuando el sol literalmente pesa sobre tus hombros, o cuando la ventisca no te permite avanzar, o cuando un trueno te paraliza mientras haces equilibrios en lo alto de una cresta, probablemente te digas a ti mismo " nunca más ", pero va a ser todo lo contrario, porque esas experiencias habrán invadido tus sentidos y no tendrás mas opción que volver a esos escenarios de los que saliste algo más grande y algo mejor como ser humano. Es decir, justificaciones "haylas" aunque para mí sobren todas.

"...y cuando llegas arriba, ?que haces¿. Pues me bajo, papa". Era mi respuesta a las obvias preguntas de mi padre, al que le costaba entender aquella manía tan original.
Subo montañas porque me da la gana; porque están ahí y porque me siento inexplicablemente e irremediablemente atraído por sus formas y, a partir de aquí, viene todo esto del contacto con la naturaleza y la pelea contra los elementos y contra uno mismo, que como digo, también es auténtico.

Pocas actividades inventadas por el ser humano pueden reunir tantos ingredientes contrapuestos como la práctica del alpinismo; placeres y sufrimientos, ambos en sus versiones más extremas, o lo espiritual y lo mundano también en formas exageradas y en algunos casos hasta ridículas. Sé que "me voy un poco por las ramas" pero ahora mismito enlazo con los dos protagonistas de este artículo: Iñaki Ochoa y Ueli Steck.

Respetar los tiempos en montaña equivale a seguridad, pero ser esclavo del cronómetro o querer ser el primero o el único es incrementar el riesgo de forma completamente injustificada, porque el ego y el alpinismo son una mezcla peligrosa. Claro que estando por medio las marcas y los patrocinadores este comentario sobra.

Cansado de leer cosas como: primeros españoles en ascender por tal o cual arista de tal o cual montaña; primera repetición de la oeste de "nosequé"; record de velocidad de la norte de "nosedonde" con una mano atada a la espalda; incluso habiendo llegado a leer tiempos de escaladas que incluyen los segundos, aunque sé que es necesario un cierto orden histórico y estadístico, creo que esto ha contribuido a aumentar el lado más estúpido de la montaña y creo definitivamente que hemos perdido el norte.

La competencia en sí misma siempre ha sido sana; en la montaña puede añadir "un poco de sal a la sopa", pero lo que en realidad importa es ese caldo cuyos ingredientes son únicos para cada alpinista y que, en realidad, siempre los ha llevado dentro; porque si algo tiene de original y verdaderamente valorable esta sopa es que compites contra ti mismo en unas condiciones que nunca son iguales para nadie.


Todo el mundo es libre de interpretar la práctica del alpinismo como quiera pero, a muchas personas, les cuesta posicionarse sin complejos y opinar libremente, porque parece que en el siglo XXI no hay alpinismo sin cronómetro y sin el "más difícil todavía". En este sentido, tengo muy presente a Iñaki Ochoa. Me cuesta encontrar a alguien con el que pueda estar más de acuerdo que con Iñaki en cuanto a filosofía de cómo, cuando, donde y por qué subir montañas. El lo explica muy bien en algunas entrevistas que dejo enlazadas aquí, aquí y aquí y que merece la pena ver y escuchar atentamente.

El navarrico tiene compromisos contratados que le obligan y a la vez facilitan el estar mucho tiempo en el Himalaya pero esto no le impide hacerlo con la inteligencia de la que emana el buen gusto y el cariño por sus montañas, la cordura con la que habla de la práctica del alpinismo y la objetividad y buen criterio con la que se refiere al modo en que otros alpinistas enfocan esta práctica.

Ueli es la otra cara de la moneda. Vuelvo a insistir en lamentar su muerte para que nadie sospeche nada raro, pero todos sabemos que este hombre se había pasado de frenada hacía mucho tiempo, reconociéndolo él mismo cuando declaró que en el futuro no pensaba llevar las cosas tan al límite.

Como ocurre con tantos otros, el suizo fue esclavo de su ambición, de su reloj y, según mi criterio, de un modo excesivamente materialista de mirar a las montañas, tan válido como cualquier otro pero, con un sistema cardiopulmonar de superhombre, como el suyo, Ueli Steck a sus cuarenta años, podía haber sido muy feliz en las montañas por mucho más tiempo. Es una lástima que Iñaki no supiera contagiarle con algo de su sensibilidad y de su inteligente forma de interpretar el alpinismo y de vivir.
Ueli corría montaña arriba mirando el reloj. Corría y miraba el reloj. Ciertamente también corrió para intentar salvar la vida del navarro. !Mala suerte¡, !siempre la puta mala suerte¡.


Creada Revisada

2017-05-04



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