Viajar a ninguna parte


Viajar a ninguna parte; la cumbre es solo símbolo; no tiene utilidad alguna; por eso están desnudas, deshabitadas y desprovistas de vida.


Subir montañas

es como hacer un viaje sin destino, viajar a ninguna parte, ascender por el mero hecho de hacerlo, con un objetivo simbólico que es la cumbre, pero sin justificación; no es necesaria. He dicho un objetivo simbólico por que en realidad una cumbre no deja de ser un símbolo; es decir, no tiene utilidad alguna; por eso están desnudas, deshabitadas y desprovistas de vida; son un caos de piedras descompuestas, están solas, son ásperas y a veces crueles.

Pasan la eternidad solas, no se sabe si esperando quizá la visita de algún chalado, la visita de alguien que no tiene otra estupidez que hacer a parte de pegarse el gran palizón o jugarse la vida para llegar hasta ellas, permanecer unos minutos como alguien no deseado al que ni siquiera se ofrece algo de beber y después despedirle sin ningún agradecimiento.


K2, 8611 metros. Cordillera del Karakórum 35°52′52″N 76°30′48″E. División entre China (al Norte)y Pakistan.

Así es, nadie te ha felicitado por pisar aquel trozo de tierra tan poco accesible, nadie te ha aplaudido y nadie te esperaba con una bebida caliente; el lugar es frío y desagradable y tu eres un extraño; sobras allí, por eso el viento te machaca los oidos y te congela hasta que decides irte y, sin embargo, se repetirá una y otra vez: mirar hacia arriba y ver las manchas de nieve en las alturas y los perfiles que se recortan contra un cielo increíblemente azul y aquel enigmático vértice será suficiente reclamo para ti... ?no es así¿

....."El viaje más interesante que puedo hacer, es aquel en el que no necesito moverme del lugar en el que estoy"... Esta frase se la oí decir a un científico que hurgaba mucho en asuntos de la física cuántica. No sé si se refería al alucinante viaje a las entrañas de la materia o al que realizaba al interior de sí mismo mientras hacía lo que más le gustaba.

Muchas veces he pensado que subir montañas es algo similar a lo que experimentaba aquel hombre, pero caminando hacia arriba, soportando el peso de la mochila y sintiendo como tus piernas te elevan a cada paso y se esfuerzan para elevarte por encima del valle y llevarte muy poco a poco hasta la cumbre porque en realidad, al menos para mí, en muchas ocasiones es un viaje hacia el interior de uno mismo; unas horas de esfuerzo físico en las que tu mente tiene mucho tiempo para conocerte algo más, como aquel hombre caminaba hacia un conocimiento muy alejado del conocimiento de la inmensa mayoría de los mortales; todo esto con la diferencia de que en las experiencias en montaña debes mantener tu integridad física o dicho de otra forma: regresar vivo y a ser posible entero.


En las últimas dos décadas hemos oído hablar de registros impresionantes, ascensiones de ochomil de muy distintas formas, una de esas modalidades es la que ofrecen las agencias de deportes de aventura. Curiosamente, la inutilidad de subir montañas atrae como una excentricidad de esas que hay que hacer una vez en la vida, a muchos turistas con posibilidades económicas que, sin más, deciden un buen día que su existencia no es plena sin haber escalado el Everest, y se lanzan a comprar la cumbre por internet. Tan lícito como estúpido.

Por otro lado, las marcas comerciales han tomado mucho protagonismo en esta absurda actividad que consiste en subir montañas, propiciando que muchos alpinistas puedan realizar expediciones generosamente patrocinadas. Suele ocurrir cuando hay un jugoso mercado potencial, pero este es otro tema; la cuestión es que los alpinistas se tienen que convertir en soportes publicitarios, algo totalmente lícito, para continuar realizando escaladas que, muy probablemente no podrían llevar a cabo por sus propios medios económicos. En este punto podemos empezar a hablar de compromisos contractuales y de records y, subir montañas, deja de ser algo inútil y cobra sentido, porque pisando la cumbre te volverán a patrocinar.

No sé si prefiero seguir soñando con un imposible o que me suban a hombros hasta una de esas cumbres que siempre me he conformado con mirar desde abajo consciente de mis limitaciones; pero creo que me quedo con la segunda opción, la del caminante chalado que vive intensamente cada metro de desnivel que supera sin dar explicaciones a nadie, ni siquiera a sí mismo y que se empequeñece infinitamente al ser sorprendido por una tormenta a muchas horas de camino de cualquier refugio, para poder llegar a ese sitio tan poco acogedor del que hablaba; ese lugar inhóspito y poco espacioso que solemos llamar cima.

Creada
Revisada

2017-01-27


Colección Montañas en G+