Messner


El curículum de Messner en el Himalaya es tan apabullante que ensombrece la importancia de sus escaladas en otros macizos, previas a su obsesión por el himalayismo extremo.

Messner en la Internacional Mountaineering Summit 2012. Foto de Darío Rodríguez, Desnivel


Reinhol Messner


No se puede hablar de alpinismo moderno sin nombrar a Reinhol Messner. Sí, acabo de decir moderno. Entendiendo por alpinismo la actividad de subir montañas en cualquier macizo del planeta, y entendiendo por moderno el frenético ritmo de escaladas en tiempo y forma que se empezó a poner en práctica a principios de los años ochenta, y cuyo principal culpable, a mi juicio, es el amigo Messner que "apuntaba maneras" cuando en el verano de 1969 emplea 8 horas en hacer la primera escalada en solitatio y con un par de la norte de Les Droites y en 1974 con Peter Habeler, otro pájaro de cuidado, hace la norte del Eiger en 10 horas y la del Cervino en 8. Estaba naciendo una estrella.

Los ancianos de la tribu, entre los que me incluyo; me refiero a la tribu de aficionados a subir montañas, empezamos a enterarnos de que un individuo entre austriaco e italiano subía ochomiles sin aportación artificial de oxígeno, ligero de equipaje y solo.

?Cómo..¿ ...sí, me acabo de comprar el libro. Aquí lo dice: Everest sin oxígeno

¡¡ Que tiempos !! Corría el año 1979 (pantalones campana, tíos con melena, y democracia recién estrenada), en el 80 el Nanga Parbat, después K2, más tarde el Everest por el Tibet y, acostumbrados a relatos de gestas alpinísticas que contribuían a mitificar en el más estricto sentido de la palabra a hombres y montañas : Herman Bhull, Herzog, Rebufat, Lachenal y un largo etc, aquel hombre nos parecía algo totalmente fuera de lo normal. Y lo era. Ibamos coleccionando literatura y entendiendo que los usos y los retos en la montaña estaban cambiando. Tenía que llegar ese momento porque todo en la vida tiene un proceso de evolución y, si no hubiera sido él, le habría tocado a cualquier otro, pero el hecho es que su curículum en el Himalaya (que no citaremos aquí porque está en wikipedia y en mil wikis sobre alpinismo) es tan apabullante que difumina la importancia de sus escaladas en otros macizos, previas a su obsesión por el himalayismo extremo.

Todas las etapas en la historia del alpinismo han sido marcadas por alguien que abría camino; que iniciaba una nueva senda por la que transitar; de pronto, un ochomil se puede subir sin organizar una expedición con decenas de sherpas y una logística complicada. Así, podríamos decir que Reinhol se convierte en un hito como lo fue Bonatti en su momento aunque salvando algunas pequeñas diferencias.

Como alpinista, Messner no es ensombrecido por nadie, ni de otras épocas, ni contemporaneo suyo, pero a diferencia de Bonatti que inteligentemente hace uso de su libertad, nuestro hombre se convierte en un esclavo de su colección de ochomiles desde que consigue el primero y, sin que esto vaya en detrimento suyo, también en un maestro de la comunicación.

Sé que éstos comentarios tiene un ligero tufillo a envidia y en realidad así es, porque un servidor que siempre ha pensado que quien no vive la montaña en solitario jamás podrá paladear todos los matices de una ascensión y su cumbre, no se puede imaginar la indescriptible satisfacción que puede haber en el hecho de ascender hasta la cima de un ochomil, con la sola compañía del viento y de tu propia voz interior. Se necesita una personalidad muy especial para soportar con éxito tantas horas de esfuerzo no compartido y de silencio en un ambiente tan amenazador y tan hostil, sabiendo que cada paso que das hacia arriba ha sido más fácil de lo que va a ser el paso siguiente y, que cada paso hacia arriba te acerca un poco más a tu propia muerte sin el apoyo psicológico de un compañero que está sufriendo el mismo agotamiento y el mismo miedo que tú.

Posíblemente esto último sea lo que más me asombra o lo que más envidio, porque ese aspecto de la escalada: la soledad, es bajo mi punto de vista, el lado más interesante y la experiencia vital más auténtica que se puede extraer de la montaña; pero Reinhol lleva esto hasta el extremo y, la pregunta que me asalta es: qué parte de voluntad propia y qué parte de esclavitud por su colección de los catorce hay en la envidiable animalada de Messner en el Himalaya. Me aventuro a decir que la respuesta no la conoce ni él mismo y, quiero pensar así porque sería enormemente decepcionante pero a la vez muy humano, que simplemente necesitara el "más difícil todavía" para seguir acumulando fama y así poder vivir de sus publicaciones y de sus conferencias. Quiero pensar que esto último es solo una consecuencia lógica de su irresistible atracción por las cumbres y los retos alpinísticos y no al contrario; sin más.

A mi juicio, se tienen que dar varios factores y en gran cantidad cada uno de ellos, en una misma persona para amontonar un historial alpinístico como el suyo; a seber: mucha inteligencia, mucha determinación y mucha suerte.

Inteligencia para conseguir y gestionar los recursos materiales que te permiten hacer el camino desde el momento en que un objetivo se instala en tu pensamiento, hasta que llegas al campamento base.

Determinación en cantidades industriales: el objetivo está por encima de todo, y todo, significa todo. En este punto corresponde comentar aspectos de su vida personal en los que mi sentido común me impide entrar, porque a pesar de toda la literatura que hay sobre Reinhold como persona, como dirían en mi pueblo "ca uno, es ca uno", lo que significa que cada persona transita su propia vida y torea con su propias circunstancias como dios le da a entender y, no seré yo, simplemente por haber leído información sobre él, quien opine sobre temas muy íntimos y algunos de ellos muy dolorosos.

Pero, a modo de ejemplo y sin entrar en muchos detalles, el "caballero de la pipa", insisto, es lo que se cuenta por ahí, se liga a la mujer de un amigo y compañero de expedición al Nanga Parbat, que le acoge en su casa mientras está convaleciente por la amputación de los dedos de su pie izquierdo. Se van juntos y su colega de la montaña se agarra tal cabreo que desencadena el asunto judicial que ha perseguido a Messner durante décadas y del que no voy a hablar porque ya lo conoce todo el mundo. Debe estar en su personalidad: nada le detiene cuando se fija un objetivo. Huelga mencionar que la muchacha se fue con él porque obviamente quiso hacerlo. Determinación y además, éxito con las mujeres; ¡Tremento!.

Y por último la madre del cordero: la suerte. No se puede vivir sin suerte y mucho menos se pueden escalar ochomiles en condiciones extremas; subir todos los que hay en el planeta exponiéndose en montones de ocasiones a tormentas, lesiones internas graves, avalanchas de nieve o caídas de bloques de hielo y llegar a viejo, sin tener mucha suerte. Sí, estoy pensando en alpinistas enterrados por un alud, o golpeados por una piedra y fallecidos que, quién sabe, si reunían características similares a las de Messner y, a los que en el momento apropiado, les faltó una; les faltó suerte.

Para que en una misma persona confluyan inteligencia, determinación, y un organismo adiestrado para someterse a los caprichos de la mente, hace falta el azar pero, si además, todos estos factores reunidos en un mismo ser humano, encuentran un canal por el que fluir, una vía en la que cristalizar en logros concretos, sublimes en el caso de las montañas, el resultado se llama Reinhold Messner.

Mahammed Tahir, oficial de enlace paquistaní, Messner y Ursula Grether médico de la expedición de 1978. Foto del libro "Solo nanga parbat" de Editorial RM

Creada
Revisada

2017-01-28


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