Montaña y bellos recuerdos.


Llegar a la cima desde la cara norte. Ascender al encuentro del sol.



Al encuentro del sol

es un bello pensamiento que estuvo rebotando en el interior de mi cabeza mientras pasaba mi adolescencia o desde mucho antes soñando con montañas altísimas, crestas imposibles de dominar y neveros cuyo final desaparecía de la vista desde los valles. Ordenaba mi exiguo equipo de montaña sobre la cama y me recreaba planificando la ruta y la cumbre del siguiente fin de semana y pensando en la forma en que debía decirle a mis padres que dormiría fuera sin que se organizara el gran drama. Engrasaba mis botas, guardaba el equipo y seguía soñando. El frío y el olor a jara y pino del Guadarrama; el silencio de la nieve y el estruendo de una tormenta, ya me habían envenenado para siempre. 

La frase, aún hoy, no sé si es el título de un libro del que fuera uno de mis ídolos, si es que alguna vez tuve uno, de aquellos que protagonizaban ascensiones épicas que casi obligadamente debían terminar en tragedia. Me estoy refiriendo a Gatón Rebuffat.

Como decía, la frase aparecía en mis momentos de ensueño con las montañas sin saber muy bien su significado hasta que hice mi primer vivac en solitario en la cara norte de una de las montañas que me ayudaron a vivir la adolescencia más bonita que nadie pueda tener. Dormí malamente sobre el hielo y aún de noche reanudé mi camino hacia la cumbre. El frío era mordiente y el desayuno había sido escaso, pero mi fuerza interior y las ganas de presumir ante mis amigos eran mucho más poderosas que el desaliento que me producían unas tristes galletas de 
chocolate y una pendiente casi más testaruda que yo.


Posets, Pirineo Aragonés. Cualquier ruta de ascenso desde Viadós es de gran envergadura

Aquella cara norte se volvía más azul y menos negra según avanzaba el día y mis crampones de diez puntas; sí, diez puntas; a penas mordían el suelo, cuando encaré la última pala de nieve dura como el cemento antes de la cumbre. El desaliento y el cansancio estaban en ese punto que todos tenemos en muchas ascensiones, ese momento en el que te preguntas: ? qué hago yo aquí ¿;  y en ese preciso momento el sol salió a mi encuentro con un rayo de luz puro como nada en este planeta. “ al encuentro del sol “ dije en voz alta; y entendí por primera vez el secreto que encerraba aquel pensamiento. No era algo exclusivamente literario; había que vivir el contenido de aquella frase para entender su belleza.

Media hora más tarde llegaba a la cumbre en una mañana tan fría, tan cristalina y tan azul que colmaba todas mis ansias y todas mis necesidades como ser humano. Ni siquiera el viento se atrevía a interrumpir aquel silencio absoluto que me llenaba de paz mientras, completamente solo y sin ningún otro ser humano a la vista, reposaba mi cuerpo, sentado y apoyando la cabeza sobre la mochila. Un trago de agua y otra galleta de chocolate para para iniciar el descenso. Hubiera podido permanecer allí durante horas porque aquella cumbre y aquel día estaban siendo hospitalarios, pero mi vida real, dos mil metros más abajo, era otra y debía dar por terminado aquel encuentro con el sol.


      

Creada
Revisada

2017-01-27


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